Cuando James Thurber tenía seis años, una flecha de juguete se disparó sin querer por su hermano y se le clavó en el ojo derecho y nunca volvió a ver con ese ojo. Por desgracia, pocos años despues del accidente se le empezó a deteriorar tambien el ojo izquierdo y a los treinta y cinco años se había quedado completamente ciego. La cegera de Thurber estimuló de algun modo su imaginación, y su campo visual no era oscuro y lúgubre, sino que estaba lleno de alucinaciones que creaban para él un mundo fantástico de imágenes surrealistas. Thurber sabía como aprobechar creativamente sus visiones <<el que sueña despierto>>, decía, <<debe visualizar su visión tan viva e insistentemente que acabe convirtiéndose en una realidad>> Probablemente Thurber sufriera un extraordinario trastorno neurológico conocido como el síndrome de Charles Bonnet, los pacientes que presentan este trastorno suelen tener una lesión en alguna parte de sus ruta visuales, lo que los deja total o parcialmente ciegos.
El sistema visual humano posee una asombrosa capacidad para hacer suposiciones fundadas basándose en las imágenes fragmentárias y evanescentes que bailan en los globos oculares. La notable capacidad del cerebro para cubrir los huecos inexplicables en la imagen visual, un proceso que a veces se llama informalmente <<rellenado>>. Cuando vemos un conejo detrás de una verja, no lo vemos como una serie de franjas de conejo sino, como un conejo completo al parecer la mente rellena los segmentos de conejo que faltan.
En el siglo XVII Edme Mariotte al hacer la disección de un ojo humano descubrió un disco óptico y se dió cuenta de que el disco no es sensible a la luz.
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